Serie Highland pleasures, número 1
Sinopsis:
1881. Los
cuatro hermanos Mackenzie son ricos, poderosos, peligrosos,
excéntricos y… escoceses. Los escándalos y rumores que les
envuelven, las habladurías sobre sus amantes y sus oscuros apetitos,
tienen alborotado a todo el país. Cualquier dama sabe que si es
vista con uno ellos perderá la reputación de inmediato.
El
menor, lord Ian, es conocido como el Loco Mackenzie porque ha pasado
gran parte de su vida recluido por su tiránico padre en un sanatorio
mental. Sin embargo, eso no impide que sea un hombre fuerte y
atractivo con una gran inclinación por las tazas de porcelana de la
dinastía Ming y las mujeres hermosas.
Beth Ackerley es una
joven viuda que acaba de heredar una gran fortuna tras una infancia
desafortunada y un breve, pero feliz, matrimonio. Ahora, Beth ha
decidido que no quiere más sobresaltos; sólo desea vivir en paz,
viajar, ayudar a los desfavorecidos y recordar con cariño a su
fallecido esposo.
Pero entonces, lord Ian Mackenzie irrumpe
como un vendaval en su vida y decide que tiene que ser suya…
Opinión
Una hermosa historia de amor, dos
personas destinadas a estar juntas.
Me costó un poco entrar en la novela.
Aunque no tenga nada que ver con la historia del libro voy a explicar
por qué: por Sheldon Cooper de la serie “The Big Bang Theory”.
El único personaje con Síndrome de Asperger que conozco es Sheldon,
quien como todo el mundo sabe “no está loco porque madre le hizo
pruebas” y, además, incita poco a la lujuria.
Al principio, no podía dejar de
comparar los comportamientos de los dos personajes. Es una estupidez,
lo sé, pero se me iba la neurona. La tontería se me fue porque la
autora ha logrado crear un protagonista maravilloso e incomparable,
que ha sabido captar mi atención plenamente, borrando de un plumazo
cualquier asociación que me venía a la mente.
La familia Mackenzie está formada por
cuatro hermanos: Hart, Mac, Cameron, e Ian. Son de procedencia
escocesa y tienen mala fama en Londres. Son muy apasionados,
sinceros, no cumplen con las estrictas normas de comportamiento de la
alta sociedad, siempre se enamoran de mujeres difíciles y tienen
reputación de destruir todo lo que tocan.
Ian Mackenzie, de 27 años, es el
hermano pequeño del poderoso duque de Kilmorgan. Desde pequeño tuvo
un comportamiento extraño por lo que su padre lo internó en un
sanatorio. A la muerte de éste, su hermano mayor lo sacó de allí y
lo protegió contra todo. Ian tiene una gran inteligencia, sincero,
tiene una gran memoria para los detalles, no le gusta que le toquen,
no sabe dar bromas, no soporta las multitudes, no sabe mentir aunque
se apaña muy bien para evitar decir la verdad cuando a él no le
interesa.
No le gusta hablar de su internamiento,
aunque sabremos de los terribles tratamientos a los que sometían a
la personas que eran diferentes, como por ejemplo a los homosexuales.
La autora aquí ha tenido mucho tacto porque no se recrea en estos
detalles macabros sino que nos lo cuenta con mucha delicadeza pero
recalcando su gravedad.
Ian siente obsesión por las tazas de
porcelana china de la dinastía Ming. En una de sus compras conoce la
existencia de Beth Ackerley.
Beth, de 25 años, es una joven viuda
que acaba de recibir una jugosa herencia. Está comprometida con lord
Lyndon Mather, un maestro de la doble vida... hasta que Ian se cruza
en su camino.
Ella es una mujer fuerte, de familia
muy humilde, que siempre ha vivido en contacto con los menos
favorecidos. No se rinde o se asusta fácilmente.
Entre ambos surgirá una relación
especial, deberán aceptarse con sus defectos y sus diferencias, ir
poniendo nombre a sus sentimientos.
La relación entre ellos se verá
oscurecida con un triste suceso de su pasado. Hace unos años una
prostituta fue acuchillada y los principales sospechosos están entre
la familia Mackenzie. Un detective de Scotland Yard sigue los pasos
de los hermanos, hostigándolos, debatiéndose entre la sed de
justicia y la sed de venganza.
Beth será capaz de ver lo que ocurrió
aquella fatídica noche y que todos tratan de esconder, negándose a
decir la verdad por el mismo motivo: miedo.
El epílogo no me gustó nada. Todo muy
feliz y muy bonito pero aquí el personaje de Ian perdió su esencia,
parecía alguien totalmente distinto, yo fui incapaz de reconocerlo
en sus palabras y en su actitud.
Jennifer Ashley aprovecha el libro para
presentarnos a los cuatro hermanos, a un sobrino, Daniel, y al inspector
Fellows. Todos tienen un papel destacado y seguiremos disfrutando de
ellos en futuras entregas. A mí el único que ha despertado mi
curiosidad es Hart, duque de Kilmorgan pero ya veré por dónde
continuo.
En resumen, una historia que cautiva y
hace pensar. La autora ha sido capaz de crear un personaje difícil,
lleno de defectos y, además, convertirlo en un un encanto que
despierta suspiros.